Un grupo de científicos
estadounidenses ha conseguido por primera vez células madre embrionarias con el
mismo ADN (clonadas) de un adulto. El trabajo es el
primer éxito en humanos de la técnica que dio origen, por ejemplo, a la aveja Dolly, pero los autores insisten en que no se trata de
obtener personas clonadas, sino en llegar a la fase de blastocito del embrión
(alrededor de los cinco o seis días de desarrollo) para extraer las células
madre. Teóricamente, estas podrían luego diferenciarse en tejidos que el
paciente necesitara para un autotrasplante, que, como tendrían el mismo
material genético que el receptor, podría usarse sin riesgo de rechazo. El ensayo,
dirigido por Shoukhrat Mitalipon, de la prestigiosa OHSU, se publica en Cel.
La técnica utilizada es la de transferencia nuclear: se toma
un óvulo de una donante, se le extrae el núcleo y se le inserta una célula
adulta —también se ha ensayado con otras fetales, más adaptables— del posible
receptor. Luego, el óvulo se activa, y empieza a dividirse en los primeros
pasos del desarrollo embrionario. Al llegar a la fase de blastocito (una
especie de pelota de células), se destruye y se obtienen las células madre.
Esto sucede porque al cambiar el material genético el óvulo deja de tener una
sola cadena de ADN para tener dos, lo normal en las células. Esta es la
situación que se da en la naturaleza cuando hay una fecundación (el padre
aporta una copia del material genético y la madre otra), salvo que estas
células tendrían las dos copias de un mismo individuo: son, por eso, una
clonación.
El método ya se había ensayado con éxitos en distintos animales —ovejas,
cabras, vacas, perros, gatos, ratones, cerdos y macacos—, pero nunca había
funcionado en personas. Fue el fraude que anunció para apuntarse el éxito el
coreano Hwang Woo-suk en 2004, por ejemplo. Por eso, Anna Veiga, directora del
banco de líneas celulares del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, valora
especialmente que se ha conseguido mejorar la técnica para que funcione en
humanos.
Pero esta mejoría, con todo su impacto, no oculta que se acerca, al menos
un paso, a un tema tabú (en España, por ejemplo, está expresamente prohibido
por la ley de reproducción humana asistida): la clonación humana. Visto hasta
aquí, el artículo es muy importante, y tanto a Veiga como a Jorge Cuadros,
miembro de la junta directiva de la Asociación para el Estudio de la Biología
de la Reproducción, les gustaría que el interés por el trabajo se quedara aquí.
“Ya es bastante importante”, dice Cuadros. “Lo que nos interesa a los
científicos serios es esta parte, su utilidad para la medicina regenerativa”.
Pero ambos son conscientes, como también lo son los autores del artículo, de
que se ha dado, al menos en teoría, un paso hacia la clonación humana. El
propio Mitalipov lo alude —y lo intenta conjugar— en el resumen que ha hecho en
una nota de prensa: “Nuestra investigación está directamente dirigida a
conseguir células madre para usarlas en el futuro para combatir enfermedades.
Aunque los avances en la técnica de transferencia nuclear conducen a menudo a
la discusión pública sobre los aspectos éticos de la clonación humana, ese no
es nuestro objetivo. Y tampoco creemos que nuestros hallazgos puedan ser
utilizados por otros para avanzar en esa dirección”, ha dicho.
Cuadros, está en la misma línea de descartar ese siguiente paso, que un
embrión así producido se implante en el útero de una mujer y llegue a
desarrollarse. “Hay que pensar que la técnica que ha usado Mitalipov es la
misma que había utilizado en primates no humanos en 2007, cuando consiguió, en
un trabajo importantísimo, crear dos líneas celulares [cultivos de células
madre que se perpetúan en laboratorio]”, explica. “Han pasado ni más ni menos
que seis años hasta que lo ha conseguido repetir en humanos. Y, en ese tiempo,
ha intentado clonar los macacos sin conseguirlo”, dice el biólogo. “Lo más que
ha conseguido, aunque no lo ha publicado, es, tras implantar 67 embriones a 10
hembras, un embarazo, que acabó en aborto”, cuenta.
El especialista en reproducción cree, por tanto, que pensar en la clonación
humana “sigue siendo una barbaridad y ciencia ficción”. “La transferencia
nuclear es una técnica insegura e ineficaz. La hemos probado en animales, con
tasas de éxito del 1%. Eso quiere decir que en el otro 99% ha habido abortos o
crías que han muerto nada más nacer, y muchos de los pocos animales que se han
conseguido tienen malformaciones o enfermedades graves. Que eso pase en
animales nos da pena, pero en humanos sería inaceptable”, dice Cuadros. “En lo
que va a ser útil es en la medicina regenerativa”, insiste.
Solo tras insistirle, el especialista admite que se ha dado “un paso” hacia
la clonación reproductiva (usar la técnica para conseguir niños con el mismo
ADN que un adulto concreto, y, por
lo tanto, lo más parecidos, al menos físicamente, que se puede ser). “Pero es
solo eso, un paso, y faltarían muchos por cubrir”.
Los expertos creen que es un paso,
pero que falta mucho para crear humanos idénticos. El motivo está en que, hasta ahora, la técnica no es demasiado eficaz. “Que
se haya llegado a la fase de blastocisto no implica que ese embrión vaya a
seguir desarrollándose si se implanta en un útero de una mujer o que lo haga
sin abortar o sin anomalías. Hay reparos éticos y técnicos para ello. Los
primeros no han cambiado, y los segundos todavía pesan aún más”.
Yendo aún más allá,
Cuadros no cree que “científicos serios” quieran nunca dar ese paso. “Cuando se
clonó a la oveja Dolly, hace 15 años, yo enseñaba en la universidad que eso no
era posible, que era demasiado complejo, y tuve que cambiar. Llevamos desde
entonces hablando de clonar personas, pero hay una pregunta que me hice
entonces y que nadie me ha contestado: ¿para qué hacerlo? Los científicos
serios ni se lo plantean, porque es algo que no tiene ninguna utilidad. Si
alguien quiere tener un hijo y no puede, hay otros métodos mucho más sencillos
y con menos riesgos. Por eso lo importante de este trabajo, que ya he dicho que
es un hito, es lo que ha conseguido”.
La complicación de usar
la técnica de Dolly en personas ha sido hasta ahora insalvable, y por eso el
estudio tiene el mérito de que la vence. Las mejoras abarcan casi todo el
proceso, empezando por el proceso de estimulación para que la donante produzca
más óvulos. “Cuestiona los protocolos actuales”, dice Veiga. En contra de lo
que se pensaba, por ejemplo, el objetivo no es que haya muchos óvulos para
utilizar, sino su calidad. En animales esta parte no se cuida tanto, ya que
perder óvulos por el camino no es tan importante, pero los investigadores han
llegado, en algunos casos, a tener éxitos del 50%. Pero la clave, según los
autores, está en su capacidad para elegir el momento de insertar el nuevo material
genético en el óvulo sin que este pierda su capacidad para dividirse. La
división celular se denomina meiosis, y los investigadores han descubierto cuál
de sus fases es la mejor y, sobre todo, cómo mantener la activación de los
factores del citoplasma (el contenido interior de la célula) que están actuando
en la división. Hay más mejoras, indica Veiga, como que la activación posterior
se refuerza mediante electroporación (una pequeña descarga). Todo esto había
sido ya probado en macacos Rhesus.
El artículo —“impecable”, según Veiga— llega hasta el final del proceso: la
obtención de cuatro líneas celulares diferenciadas, lo que demuestra que se consiguieron
células madre. En este sentido, el de la medicina regenerativa, “el trabajo es
un hito”, afirma Cuadros.
La investigadora catalana recalca que las células así obtenidas, al ser
completamente equiparables a las embrionarias, evitan algunos de los problemas
que se han visto en la otra fuente de células madre, las reprogramadas a partir
de las adultas. Por eso ella insiste en que el trabajo tendrá gran importancia
a la hora de crear bancos para su uso futuro, similares a los que hay ahora de
cordón umbilical. Porque, aunque los autores lo mencionen, la idea de hacer una
medicina personalizada en la que cuando un paciente necesite tejido cardiaco o
neuronas, por ejemplo, se le someta a todo el proceso para fabricar unas
genéticamente idénticas a él, no le parece “contémplale”. “Aunque sea posible
sería carísimo. Lo que se pueden tener son bancos con variedad de muestras que
sean compatibles”, añade.
El logro es indudable, pero quizá quede oscurecido por la posibilidad de la
clonación, mucho menos práctica pero más llamativa.
Hoy en día, son muchos los padres que deciden conservar la sangre del
cordón umbilical de sus hijos.
La razón es sencilla: si el niño necesita un tratamiento médico en el
futuro, resulta tranquilizador poder disponer rápidamente de una
reserva de sus células madre.
Desean ser previsores, porque el
número de enfermedades que se pueden tratar con estas células es cada día
mayor.
Más de 550
niños han sido ya tratados con sus propias células madre de sangre de cordón umbilical, o las de
un hermano, que sus padres habían conservado al nacer.
Enfermedades como diabetes infantil, leucemia o parálisis
cerebral, son las que
mejores resultados están obteniendo en este tipo de tratamientos con células
madre de sangre de cordón umbilical.
A lo largo de la vida, la probabilidad de que una persona requiera un
trasplante de células madre se ha estimado hace poco en 1 entre 2.004. A medida
que la ciencia descubre más y más formas de usar las células madre para tratar
problemas de salud, más importante llegará a ser guardar las propias células
madre. Así, para la mayoría de las familias, no se trata de guardar la sangre
del cordón umbilical para lo que puede hacerse hoy, sino de lo que podrá
hacerse con futuros adelantos médicos. El procedimiento de recogida se produce
en el nacimiento; sólo se tarda unos 10 minutos y es fácil, indoloro e inocuo
para la madre y el bebé.